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lunes, 4 de junio de 2012

NO HAY UNA CRISIS...HAY DOS!!

Cuando empezó a hablarse de la crisis económica ya advertíamos en un editorial que, bajo los preocupantes datos econonómicos, se escondía un problema aún mayor: una crisis de valores.
Durante años, mientras los pisos subían de precio escandalosamente y los ciudadanos se veían abocados a hipotecarse para toda la vida si querían acceder a una vivienda, denunciábamos que la burbuja inmobiliaria estaba ocultando el avance de una ideología peligrosa, una especie de religión en la que se rendía culto al dios dinero, el mercado era su profeta y los valores quedaban arrinconados por el afán enloquecido de riqueza.
Lo que está llegando después es la consecuencia lógica de ese proceso. Tras años de especulación, los mercados han absorvido un gran porcentaje del dinero de los particulares atrapándolos en hipotecas desproporcionadas que les van a obligar a dedicar una parte de sus ingresos presentes y futuros a pagar sus deudas con los bancos. Pero no contentos con eso, los mercados han puesto su mirada en los fondos que los ciudadanos tienen en la «caja común», en los fondos públicos que se agrupan para financiar el estado. Ahora estamos viviendo un proceso en el que esos fondos comunes que deberían dedicarse a educación, sanidad, infraestructuras y servicios, son reclamados para pagar intereses abusivos que solo se explican porque unas determinadas agencias -la mayoría de las cuales están en la trastienda mafiosa de quienes desencadenaron esta crisis- así lo determinan.
Dicho con otras palabras: primero han dejado a la mitad de los ciudadanos del país hipotecados y sin un euro y ahora van a por los fondos del estado.
Pero todo este proceso, que ya dura dos décadas, ha ido acompañado del avance necesario de esa ideología del enriquecimiento. La «ética de los mercados» que justifica casi cualquier comportamiento en aras del enriquecimiento rápido explica los casos del tipo Urdangarín, los desastres evidentes del litoral mediterráneo, las locuras de los «poceros» que se han repartido por todo el país, los casos de corrupción al estilo «caso Palau/Millet» de una gran cantidad de municipios, etc, etc. En los últimos veinte años, mientras el ciudadano veía como el acceso a la vivienda era más que un derecho un privilegio, este panorama especulativo iba creciendo y corrompiendo todo a su paso. El reciente caso del presidente del Consejo General del Poder Judicial es una muestra cargada de simbolismo de hasta dónde ha llegado la degradación moral del país cuando incluso los encargados de velar por el cumplimiento de las normas se aplican a ellos mismos unas normas totalmente carentes de ética.
La reacción del 15M es coherente con este panorama. No solo se denuncian los desastres de gestión económica. Se denuncia sobre todo la falta de valores éticos de quienes han estado y pretenden seguir estando en el timón de la sociedad. El 15M denuncia a políticos y banqueros, a jueces y policías, a las agencias, a los mercados. Y no los denucian desde la reivindicación económica -como por ejemplo lo hacen los sindicatos reclamando mejores condiciones laborales o de salario- los denuncian desde la ética, desde los valores. Sus formas y mensajes son eso: denuncias éticas señalando a quienes han protagonizado o permitido este proceso que bien puede calificarse como la mayor estafa colectiva de la historia.
Ahora vienen años muy duros. Años en los que los mismos que generaron esta situación tratarán de seguir conduciendo el proceso llenando los medios de comunicación -mayoritrariamente controlados por ellos mismos- de cifras macroeconómicas y presentando los sacrificios como el inevitable tránsito para salir de la crisis. Pero hay dos crisis sobre el tapete social. La otra, la que muy pocos de estos indivíduos mencionan y si lo hacen es de pasada y al calor de un episodio concreto, esa debe ser resuelta por el pueblo mismo. Pero la cuestión es cómo. Desligitimados los políticos tradicionales se está a la espera de nuevos referentes. El 15M aporta la base de una nueva visión, pero faltan los líderes adecuados, las estructuras políticas que canalicen ese resurgir ético hacia una transformación profunda de la sociedad. ¿Será por la via de una verdadera «catarsis» en los partidos tradicionales? Podría ser. Pero para tener credibilidad deberían empezar por reconocer culpa y presentar propuestas valientes. Ya veremos si pueden hacer eso.

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