Periódico "El Raval"

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viernes, 5 de noviembre de 2010

Europa ¿Ante el final de la era de la opulencia?

En las últimas semanas se han ido sucediendo imágenes similares en varios países de Europa. Los trabajadores en la calle protestando por los recortes que sus gobiernos están aplicando como estrategia para luchar contra la crisis. Los recortes no son los mismos en unos países y en otros, pero en todos los países hay recortes en los logros conseguidos por la clase trabajadora a lo largo de décadas. Y a ojos de los trabajadores, es inaceptable que, mientras los responsables de la crisis financiera que originó la crisis económica global mantienen íntegros sus status de privilegio, las clases más bajas hayan de asumir las pérdidas en derechos y condiciones laborales.
Pero hay una cuestión que resulta especialmente preocupante para los trabajadores europeos: desde una perspectiva global da la sensación de que los llamados «mercados» han decidido que en un mundo globalizado, los derechos adquiridos por los trabajadores europeos resultan «poco competitivos». Y quizás sea esta la consecuencia principal en la que acabe desembocando la famosa «crisis económica»
Desde el comienzo de la revolución industrial Europa ha gozado de una posición de privilegio en la estructura económica mundial: los países del tercer mundo aportaban materias primas, pero eran las empresas de los países mas desarro-llados, entre ellos los europeos, los que se encargaban de la explotación de esos recursos y su posterior aprovecahmiento industrial. En este esquema de privilegio, los países europeos gozaban de una posición que permitía un nivel económico suficiente para ir creando lo que se llamó «Europa del bienestar».
Pero en el mundo globalizado del siglo XXI, en el que las empresas no tienen nacionalidad, en el que los accionistas se reparten los beneficios de empresas a las que no les importa tanto en qué lugar están las factorías mientras los costes sean reducidos...
Los gobiernos nacionales Europeos están en una situación complicada. Son gobiernos porque les votan los ciudadanos, no los accionistas. Y los ciudadanos sí tienen intereses nacionales. Pero se ven presionados por los «mercados» que no atienden a intereses nacionales sino a los de los accionistas internacionales de las empresas multinacionales.
Los sindicatos europeos se ven acorralados por las presiones de esos mercados y por las lógicas reacciones de los trabajadores a los que se quiere recortar derechos. La evidencia de esta situación es la que produce la sensación de que vivmos tiempos en los que todo parece la escenificación planeada de un proceso de recortes inevitables. Como si de vasos comunicantes se tratara, los niveles de vida de los trabajadores europeos parecen condenados a bajar a medida que aumenta el nivel de los trabajadores de otras latitudes.
¿Estamos viviendo una crisis de este tipo? ¿Estamos viviendo el final de la era de la opulencia europea?. Todavía es pronto para decidir si esto es así. La resistencia de los trabajadores europeos ha empezado y no se puede aventurar hasta dónde llegará. Lo que sí parece evidente es que se van a vivir momentos complicados en los que las luchas de intereses contrapuestos tratarán de buscar un equilibrio que aún parece lejano.

La fuerza moral del Raval

Vivimos tiempos de desmovilización. Los partidos, los sindicatos, las asociaciones de vecinos, incluso las asociaciones de padres encuentran dificultades para reunir a ciudadanos dispuestos a arrimar el hombro en tareas comunes. Llegan constantemente mensajes pesimistas que transmiten la idea de que aquí todo el mundo va a la suya, que la corrupción, la avaricia, la ambición, son los motores que mueven el mundo. Parece que avanzamos alejándonos de valores como la solidaridad, la unión que hace la fuerza, el trabajo voluntario, la construcción compartida de una realidad más justa, más humana. Como si el individualismo fuera la táctica personal más inteligente. Votamos y esperamos que los votados trabajen por nosotros en el bien común y, cuando los resultados no son los esperados, clamamos descontentos contra ellos sembrando la idea de que todos son iguales.
Pero sabemos que no es así. Sabemos que la tarea de construir una sociedad mejor no puede delegarse en los políticos y mucho menos encomendarla a una pretendida libertad de mercado que por sí misma optimizará las cosas. La sociedad será mejor en la medida en que el tejido asociativo sea potente, tupido, participativo. En la medida en la que los ciudadanos asuman, por ellos mismos, la tarea de hacerla mejor. Una sociedad sin tejido asociativo es una sociedad abandonada a los avatares de intereses políticos, económicos y de grupos de presión. Una sociedad movilizada es una sociedad a la que no se puede engañar, una sociedad vigilante, preparada, activa.
Por eso, por más que resulte irritante a los contumaces cantores de los desastres del Raval, este barrio tiene su mayor activo en la actividad incansable de una red de entidades de todo tipo que, trabajando en campos muy diferentes, construyen un tejido asociativo envidiable y envidiado.
La reciente presentación de un documento en el que más de un centenar de entidades del Raval (y seiscientas más de fuera del barrio) reclamaban a los representantes políticos de la ciudad un compromiso contra la xenofobia, y la próxima celebración del Festival Cultural Raval’s, son dos ejemplos de ello.
En el primero de los casos, resulta alentador que desde la base social se lance un grito ético contra el avance del discurso xenófobo. Un grito de la base social hacia las cúpulas, de los ciudadanos hacia sus representantes. Eso es salud democrática y debería ser más frecuente. Pero aún más alentador que ese hecho, es que las 15 entidades que han elaborado el documento pidan el apoyo de las demás entidades del barrio y lo reciban de forma tan absolutamente mayoritaria. Aquí se ha lanzado un grito potente, como en Fuenteovejuna, «todos a una». Y eso, no solo alienta el grito, que lo alienta dándole más fuerza, sino que alienta a todas las entidades a las que envía un mensaje: cuando nos necesites para una causa justa, allí estaremos «todos a una» para apoyarte.
En el segundo de los casos, el Festival Raval’s, las calles y plazas serán testigos, y beneficiarios, del esfuerzo organizativo de las entidades del barrio. Y no solo del esfuerzo, sino también de su talento, de su capacidad. Un programa tupido de actos, de demostraciones, talleres, actuaciones, muestras...Un programa en el que se expresará la diversidad cultural que habita el barrio, en el que se expresarán quienes lo protagonizan para disfrute de quienes lo contemplan, en el que se invitará a la participación de todos los vecinos. Una forma magnífica de «hacer barrio».
Es de justicia subrayar la aportación en ambos casos de la Fundació Tot Raval. Su labor de impulso y coordinación está ayudando hace algunos años a innumerables personas que participan en cientos de entidades del barrio. El equipo humano de esta organización es envidiable. Eficaz y trabajador, acomete tareas de acompañamiento a muchas entidades, ayuda en temas de coordinación, facilita contactos, apoya iniciativas, asesora y, cuando hace falta, cubre las carencias de entidades pequeñas en los aspectos de su trabajo que no alcanzan a resolver. Y también es de justicia (aunque no acostumbremos a ello en este periódico) destacar en ese equipo a su directora Nuria Paricio. Una mujer comprometida, volcada en su pasión por el Raval y por su fe en que la unión de esfuerzos nos hace más fuertes a todos. Personas como ella son las imprescindibles si queremos construir un barrio más fuerte para combatir los problemas de la pobreza y la centralidad que afectan al Raval.
Nuestro periódico es uno más en esa tupida red de entidades que trabajan en el barrio y, por supuesto, no tiene ninguna vinculación ni organizativa ni comercial con la Fundación Tot Raval. Pero desde siempre hemos dicho que creemos en la fuerza de la unión de las entidades y que nuestra principal función es darles apoyo. Por eso, guste a quien guste y moleste a quien moleste, enviamos desde aquí este mensaje de apoyo y agradecimiento a la Fundación y a quienes en tantas otras entidades trabajan todo el año en el barrio y por el barrio. Gracias a todos.