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domingo, 8 de septiembre de 2013

"La crisis...¿ha terminado?" Editorial periódico "El Raval" de septiembre 2013

Prácticamente desde que empezó la crisis hemos oído hablar de «brotes verdes» o de indicadores positivos que parecen anunciar que la situación puede empezar a mejorar. Y como en el cuento del lobo, todo eso no ha hecho más que conseguir que todos desconfiemos de los analistas y de esas espectativas de mejora. De hecho, la idea general es que la crisis es un periodo de tiempo más o menos largo en el que la economía atraviesa por un mal momento y que, terminado ese periodo, las cosas volverán a ser como antes. Pero puede que la crisis no sea una etapa de «vacas flacas» que precede a otro de «vacas gordas» sino más bien una re-estructuración social que dejará en el país una situación social distinta y permanente, una situación no deseable y casi impensable al comienzo de este nuevo siglo.

Este verano, cuando toda la atención estaba centrada en los asuntos turbios del PP, las revelaciones de Bárcenas y la comparecencia de Rajoy en el Parlamento se publicó un dato que ha pasado casi inadvertido y que puede ser el que verdaderamente anuncie el final de la crisis. Aunque un final sin el «retorno a los buenos tiempos» que a todos nos gustaría. El dato en cuestión se refería a las declaraciones de la renta de los españoles: más del 40% de las declaraciones correspondían a sueldos inferiores a los 1.000 euros.
Si consideramos que aproximadamente un 25% de los españoles en edad de trabajar están en paro y le sumamos que, de quienes trabajan, más de un 40% ingresa menos de 1.000 euros mensuales, tenemos un panorama muy claro: En España, dos de cada tres personas en edad de trabajar cobran 1.000 o menos euros mensuales.

Si relacionamos este nivel de ingresos con los precios de alquileres y/o hipotecas, con las tarifas básicas (electricidad, agua, gas, comunicación y transporte) y con los precios de los productos de consumo de primera necesidad (alimentos, medicamentos, vestido y calzado) las cuentas quedan completas.

Con estos datos a nadie pueden sorprender  las noticias que hablan de bajada en el número de hipotecas contratadas, de coches nuevos matriculados, de ventas en los comercios, etc. Dos tercios de la población tiene ingresos que apenas alcanzan para sobrevivir dignamente. De hecho, solo la economía sumergida, la aportación de los jubilados en el mantenimiento de sus familias y la ayuda de entidades solidarias permiten entender las claves de la vida cotidiana de una gran parte de los españoles.

Hace ya años advertíamos que la evolución económica de un mundo globalizado no iba a permitir la «opulenta» vida de los europeos. Los países emergentes querían su parte del pastel y apostaban con una enorme fuerza laboral dispuesta a cobrar sueldos mucho menores. Por otra parte, en un mundo capitalista que tiene en el consumo su motor, la riqueza de los europeos les convertía en una de las regiones líderes, pero el aumento de la capacidad de consumo de los países emergentes  también amenazaba ese status europeo. Desde una óptica globalizada, era evidente que había de llegar un «reajuste». Y llegó la crisis.
España y otros países europeos, han sufrido este ajuste de manera especial. Los gobiernos de derecha, que controlan estos años la mayoría de las instituciones nacionales e internacionales de Europa, se han encargado de hacer que el reajuste afecte sobre todo a las capas sociales más  bajas. Un buen ejemplo son las maniobras del PP. La reforma laboral, el rescate a la Banca, los recortes en sanidad y educación... no son más que la forma de hacer recaer el peso de la crisis en las clases medias y bajas. Mientras tanto, los indicadores del lujo (coches de alta gama, joyas, etc) apenas se han visto afectados por la crisis.

Ojalá nos equivoquemos y la crisis sea solo un estado transitorio hasta retornar a la «normalidad» de hace algunos años. Pero nos tememos que la crisis ya está «completada» y lo que viene a continuación es un «laaaaargo» periodo de estabilidad en la pobreza de la mayoría y la opulencia de una minoría privilegiada que controla los resortes del poder en defensa de sus intereses.

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